domingo, 24 de abril de 2011

Yo 2.1



Paris vaut bien une messe

Nunca, hasta hoy, pude entender toda la sabiduría sintética que estas simples cinco palabras muestran. Quizás sea que las experiencias de estos últimos meses me han dotado del andamiaje intelectual y emocional para afrontar una verdad tan terrible y hermosa.

Mi París es lo que soy mientras escribo estas líneas (mi personaje personificado, expresión que robo prestada de Ὑπατία)  lo que he llegado a ser tras este tiempo fuera. No difiere mucho, al menos prima facie, de lo que era antes. El cambio fundamental ha sido la capacidad de ver con ojos nuevos, el ser mentalmente más elástico con mis broncas y mis amores, y sobre todo, el saberme "capitano della mia anima, padrone del mio destino"· He logrado romper aquellos lazos que me ataban, lazos fuertes y antiguos, y reforzar aquellos que me unen (nuevos, viejos y otros sencillamente inesperados.)

Mi misa, aquello que he tenido que poner en la mesa antes de girar la ruleta, no ha sido pequeña. No solo he dejado atrás (al menos por un largo tiempo) la ciudad en la que fui feliz durante años, sino y sobre todo el ambiente en el que me sentía como en casa. Y no lo desprecio en absoluto, es profunda la herida que mi tercer desarraigo me ha dejado, pero el irme me ha permitido advertir todo lo negativo, cuánto de exclusivo y banal tenía mi actitud antigua. Cuántas personas interesantes se cruzaron por mi vida sin que yo hiciese el menor caso, cegado y cálidamente arropado por aquello que considero mío. 

Y así pues, man mano me voy haciendo diferente, versión distinta de mí mismo. Creo que el viaje de descubrimiento realmente funciona así, arrancarte pedazos y ponerte otros. Al fin y al cabo, y por mucho que extrañe mi casa, París bien vale una misa. 

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