jueves, 4 de agosto de 2011

Conferencia Primera de Mundo y Mente de McDowell

El dualismo esquema-contenido que denuncia Davidson como dogma del empirismo es un dualismo “esquema y lo dado”, es decir, por contenido no se entiende el contenido representacional sino “contenido no conceptual”, o en terminología kantiana las intuiciones, es decir “las unidades de información adquiridas de la experiencia”. Con este dualismo entre el terreno conceptual (entendimiento) y el no conceptual (sensibilidad) se pretende superar la ansiedad filosófica ante la posibilidad de que nuestra espontaneidad (nuestra capacidad de elaborar juicios) trabaje sin tener en cuenta el mundo, es decir, que nuestros juicios carezcan de sustancia empírica. Con el recurso a lo dado ponemos el último eslabón de la justificación fuera del terreno conceptual, y con ello, fuera de la libertad inherente al pensar.

McDowell denuncia que esta solución es inútil. Lo que necesitamos es que nuestra espontaneidad esté constreñida por la experiencia de una forma tal que justifique, que muestre la racionalidad de, nuestros juicios. Ahora bien, la justificación de nuestros juicios implica el recurso a una serie de capacidades conceptuales (procesos inferenciales) las cuales quedan excluidas de lo dado. Del recurso a lo dado obtenemos una exculpación, en tanto que no somos responsables de lo que ocurre fuera de nuestra espontaneidad, pero no justifica nuestros conceptos y los juicios en los que aparecen. La experiencia puede describirse como “un impacto no conceptual sobre la sensibilidad” que en ningún caso será fuente de justificación.

Frente a esta inutilidad de lo dado, Davidson abogará por el coherentismo. Asumiendo que la crítica a lo dado apenas descrita es válida, afirmará que el impacto causal de la experiencia sobre la espontaneidad no tiene relevancia para la justificación de nuestras creencias, pues sólo las creencias pueden justificar otras creencias. Según McDowell esta posición conlleva “alegremente” el confinamiento dentro de sí, el no poder ir más allá de nuestras propias creencias. Ahora bien, sin negar la aclaración de Davidson según la cual las creencias serían en su naturaleza verdaderas, McDowell arguye que esto no subsana la inquietud de partida, es decir, que nuestro pensamiento tenga que ver con el mundo.

Presentadas los dos polos de la oscilación provocada por el recurso a lo dado, McDowell presenta su posición alternativa, cuya ventaja será que no recurre o presupone lo dado, es decir, no asume que las entradas provenientes de la receptividad sean no conceptuales. Al contrario, defenderá que la única forma de hacer inteligible cómo nuestro pensamiento versa sobre el mundo debemos asumir que las capcidades conceptuales se hallan ya operativas “desde el vamos”, es decir, están presentes ya en la receptividad. Esto no debe llevarnos a confusión, McDowell no quiere afirmar que la receptividad sea activa, pues para poder cumplir su papel de constreñir la espontaneidad debe ser, al contrario, pasiva. Mas esta pasividad no significa un extrañamiento del entendimiento y la experiencia, no significa (como en el Mito de lo Dado) dejar fuera la espontaneidad de la “zona de choque”, del contacto entre el mundo y la receptividad. En cambio, la presencia de capacidades conceptuales en la experiencia evidencia la conexión entre esta y la espontaneidad.

Por último, es obligado destacar el análisis del argumento del lenguaje privado de Wittgenstein en clave de un rechazo general al recurso de lo dado. McDowell estudia ahora el “sentido interno” y hace ver como un defensor de lo dado se ve obligado a recurrir a lo no conceptual incluso en los juicios acerca de sus propios estados. La crítica queda ejemplarmente resumida en la frase “la mera presencia de algo no puede ser el fundamento de nada”. Esto es, si lo que justifica nuestros juicios son unidades de lo dado, y puesto que lo que se abstrae de lo dado se presenta siempre a un sujeto particular, dicho contenido no conceptual seria privado (ostensión privada en Wittgenstein)