lunes, 7 de mayo de 2012

Lo que me salva

Estamos atrapados en un sinsentido permanente. La vida no tiene una redención celestial ni, lamentablemente, tampoco infernal. La justicia no existe y el socialismo anda perdido por derroteros inciertos. Todo intento de saltar al otro lado de la verja se ha mostrado un acto de pedantería intelectual, tan inútil como desagradable. No hay esperanza para los hombres más allá de una fe inmunda o de una esperanza vacua. No hay salvación, no hay redención de la existencia en la superexistencia. Lo único bueno que ha hecho la aventura milenaria de la filosofía por nuestras almas es desengañarnos: los modelos para vivir son sólo fantasmas de un pensar que muere al momento de convertirse en concepto. El concepto es la muerte. Pero la vida sigue ahí, encendida, un fuego irremediable y terrible. La vida, contra todo pronóstico, no ha desaparecido porque no tenga sentido. Absurdamente, como el último soldado de un ejército diezmado. A mi, lo que me salva, no es el abrazarme a esa vida con una heroicidad alemana trasnochada. A mi lo que me salva no es el proyecto de la emancipación. A mi lo que me salva no es una noche ensordecedoramente silenciosa. No, tampoco me salva la poesía. A mi, lo que me salva, es el incendio de tu vientre cálido, el fulgor de tus hombros desnudos. A mi lo que salva es la infinita verdad de tus ojos. Lo que me salva, en realidad, es tu palabra sobre la mía. A mi lo que me salva es saber que toda la desesperanza de una existencia informe, se vuelve ridículo divagar de apátridas en cuanto, no sé bien cómo, vienes y me tocas y me liberas. A mi lo que me salva es una acuarela, siempre perfecta e inacabada, de un arrabal donde no se pone el sol.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Basta para mí

Son ya 22 años de hacer lo que creo correcto, frente a lo que me hace feliz.

Esto sin duda tiene que ver con mi padre, pero eso es otra historia.

Vamos poco a poco

jueves, 4 de agosto de 2011

Conferencia Primera de Mundo y Mente de McDowell

El dualismo esquema-contenido que denuncia Davidson como dogma del empirismo es un dualismo “esquema y lo dado”, es decir, por contenido no se entiende el contenido representacional sino “contenido no conceptual”, o en terminología kantiana las intuiciones, es decir “las unidades de información adquiridas de la experiencia”. Con este dualismo entre el terreno conceptual (entendimiento) y el no conceptual (sensibilidad) se pretende superar la ansiedad filosófica ante la posibilidad de que nuestra espontaneidad (nuestra capacidad de elaborar juicios) trabaje sin tener en cuenta el mundo, es decir, que nuestros juicios carezcan de sustancia empírica. Con el recurso a lo dado ponemos el último eslabón de la justificación fuera del terreno conceptual, y con ello, fuera de la libertad inherente al pensar.

McDowell denuncia que esta solución es inútil. Lo que necesitamos es que nuestra espontaneidad esté constreñida por la experiencia de una forma tal que justifique, que muestre la racionalidad de, nuestros juicios. Ahora bien, la justificación de nuestros juicios implica el recurso a una serie de capacidades conceptuales (procesos inferenciales) las cuales quedan excluidas de lo dado. Del recurso a lo dado obtenemos una exculpación, en tanto que no somos responsables de lo que ocurre fuera de nuestra espontaneidad, pero no justifica nuestros conceptos y los juicios en los que aparecen. La experiencia puede describirse como “un impacto no conceptual sobre la sensibilidad” que en ningún caso será fuente de justificación.

Frente a esta inutilidad de lo dado, Davidson abogará por el coherentismo. Asumiendo que la crítica a lo dado apenas descrita es válida, afirmará que el impacto causal de la experiencia sobre la espontaneidad no tiene relevancia para la justificación de nuestras creencias, pues sólo las creencias pueden justificar otras creencias. Según McDowell esta posición conlleva “alegremente” el confinamiento dentro de sí, el no poder ir más allá de nuestras propias creencias. Ahora bien, sin negar la aclaración de Davidson según la cual las creencias serían en su naturaleza verdaderas, McDowell arguye que esto no subsana la inquietud de partida, es decir, que nuestro pensamiento tenga que ver con el mundo.

Presentadas los dos polos de la oscilación provocada por el recurso a lo dado, McDowell presenta su posición alternativa, cuya ventaja será que no recurre o presupone lo dado, es decir, no asume que las entradas provenientes de la receptividad sean no conceptuales. Al contrario, defenderá que la única forma de hacer inteligible cómo nuestro pensamiento versa sobre el mundo debemos asumir que las capcidades conceptuales se hallan ya operativas “desde el vamos”, es decir, están presentes ya en la receptividad. Esto no debe llevarnos a confusión, McDowell no quiere afirmar que la receptividad sea activa, pues para poder cumplir su papel de constreñir la espontaneidad debe ser, al contrario, pasiva. Mas esta pasividad no significa un extrañamiento del entendimiento y la experiencia, no significa (como en el Mito de lo Dado) dejar fuera la espontaneidad de la “zona de choque”, del contacto entre el mundo y la receptividad. En cambio, la presencia de capacidades conceptuales en la experiencia evidencia la conexión entre esta y la espontaneidad.

Por último, es obligado destacar el análisis del argumento del lenguaje privado de Wittgenstein en clave de un rechazo general al recurso de lo dado. McDowell estudia ahora el “sentido interno” y hace ver como un defensor de lo dado se ve obligado a recurrir a lo no conceptual incluso en los juicios acerca de sus propios estados. La crítica queda ejemplarmente resumida en la frase “la mera presencia de algo no puede ser el fundamento de nada”. Esto es, si lo que justifica nuestros juicios son unidades de lo dado, y puesto que lo que se abstrae de lo dado se presenta siempre a un sujeto particular, dicho contenido no conceptual seria privado (ostensión privada en Wittgenstein)

sábado, 9 de julio de 2011

Broncas

Vivimos, o más bien subsistimos, en un sistema de distribución de bienes que jode a la mayoría y hace feliz a "la inmensa minoría". Parto de esta base como de un principio irrevocable, no porque sea dogmático, sino porque soy realista. Sin ninguna valoración moral ni ideológica detrás, la primera línea es sencillamente cierta.

Y entonces ¿qué? sumisión o rebelión, reformismo o revolución, indiferencia o acción. Claro que cuando uno habla de acción o subversión, a nuestro interlocutor se le aparecen una cresta, un palestino, un molotov y algún que otro imperdible colgado. El estigma del antisistema se limita a una consideración pseudo-estética. Pero claro, el homo videns no puede no confundir el valor que da a las cosas con la consideración pseudo-estética de las mismas. En breves y humanas palabrejas, hemos caído en el error terrible y peligroso de confundir valor con etiqueta, de atar un discurso a una forma determinada de lucir. Hemos, al fin y al cabo, confundido el envase con el contenido.

Por otro lado, la acción no siempre se entiende como se debería. La apatía generalizada es fruto de esta mala comprensión, donde la omnipresencia y el arraigo mediático del sistema se confunde (como tristemente se confundió Marcuse) con su indestructibilidad. Asumir que no se puede luchar contra el sistema ejerciendo la resistencia civil o pacífica, lleva a creer que la única lucha viable sea la violenta, y a partir de ahí dos opciones, a cual más estúpida y estupidizante: el fundamentalismo apoyado en el odio o la apatía apoyada en la autocompasión.

Por ello defiendo, desde la bronca, desde el cabreo, desde la indignación, desde la necesidad de amar y de no autocompadecerme, la lucha del pueblo contra el sistema injusto. Dejar atrás el miedo, a la pobreza, al desempleo, a ser de la clase de gente que se cayó del sistema. Luchar, gritar, manifestarnos hasta que se nos seque la garganta, hasta que la alegría de los sueños colectivos nos empape y nos haga ser una marea ritual que patee amplia y jovialmente a los que nos ponen la bota en el cuello.

"Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean"

jueves, 9 de junio de 2011

A ti que estás presente

Hace unos días que quiero hacer esta entrada, me siento delante del ordenador y las palabras se aprietan en mi cerebro, desordenadas, no quieren enfilarse en un discurso más o menos coherente. Será que me siento así cuando pienso en ti, una marea de sensaciones diversas, una verborrea mental ante lo inabarcable de la emoción.


...y además, te gusta el blues...


No voy a cantar la hermosura que encuentro en ti, eso es algo que no puedo hacer sin caer en la cursileria, o aún peor, en el intelectualismo pelotudo y frío. Es algo que no se puede decir, solo mostrar, y si tengo que mostrarlo, lo mejor es que haga silencio. El mismo silencio místico, infinitamente bello, en el que nos fundimos.

....el abrazo tras el amor, el querer callando....

Si creyese que el universo tiene algún tipo de fino e ininteligible plan, se lo achacaría a él, y el encontrarte no sería más que uno de los nodos de ese mapa perfecto. Pero tengo la certeza que no es así, de que bailamos con la casualidad y de que sólo si somos conscientes de la ausencia de orden, podemos sentirnos infinitamente enamorados de la fuerza que da vida a este caos. Por ello no doy las gracias a nada, ni a la vida ni al destino, sólo a nosotros dos, a la voluntad que se sobrepone y al amor decidido.

...porque al fin y al cabo, lo que quiero es caminar contigo el camino que vamos haciendo mientras hablamos, yacemos, callamos y crecemos....

viernes, 3 de junio de 2011

Respuesta a Juan Vicente Santacreu

Después de leer el artículo de opinión del señor antes citado, decidí comentarlo, pero era demasiado largo así que lo linkeo a mi blog. Aquí el enlace al texto del señor Santacreu:

http://www.estrelladigital.es/blogs/juan_vicente_santacreu/Autonomias-lenguas-ecologicas-juan-vicente-santacreu-masby-santacreu_7_967173278.html

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Sin duda, el plurilingüismo es caro. Es decir, caro en términos monetarios y sin duda, en términos ecológicos. Pero a usted, sea quien sea, se le ve el plumero de la intolerancia lingüística, cuando denomina tribal a mi lengua adoptiva (soy galego falante desde que tuve la suerte de vivir en Galiza). Y lo peor, denota un retraso terrible es sus lecturas sobre antropología (cuando usa de esa forma tribal y parece presuponer una suerte de evolucionismo cultural).

 Pero al margen de la posición ideológica que claramente subyace a su artículo, centrémonos en el fallo garrafal que comete al proponer el plurilingüismo como EN SI MISMO opuesto a la preservación del medio ambiente. Habla de la millonada que cuesta y del daño medioambiental que implica el imprimir en las lenguas oficiales del estado, y no se le ocurre plantearse que lo que cuesta dinero y lo que daña el ecosistema es el imprimir mismo, no el hecho indiferente de en qué lengua se imprima.

Es evidente que si de una vez por todas dejamos de producir documentos escritos y nos sumamos al formato digital como medio de difusión principal, podremos salvar el medio ambiente y nuestro bolsillo sin necesidad de asesinar nuestra riqueza cultural. Que parece que a usted lo que le escuece es que hablamos diversas lenguas. Lástima que le haya tocado vivir en un estado en el que se hablan cuatro.

Un saludo, y le insto a que no vuelva a referirse a los que estamos felices (no orgullosos, eso se lo dejamos a los descerebrados) de hablar dos lenguas oficiales, utilizando el término imbéciles, porque como puede ver, algunos de nosotros argumentamos mejor, y sobre todo, con más estilo que usted.

sábado, 30 de abril de 2011

A night in Tunisia

Estoy profundamente feliz. Hoy es el momento de reflexionar acerca de las primeras líneas de una historia que no escribí, y sin embargo es mía. “Escucho música, me siento terriblemente feliz, tan feliz que estoy triste. Así de violenta es mi felicidad.” Joder, es tan cierto que a veces pienso que toda la experiencia humana es un prólogo a esta sencilla verdad.

Ser un exiliado, ser un extranjero, es la única constante en aquello que puedo llamar identidad. Es algo tan terrible que termina por ser hermoso. “Sólo los hijos únicos sabemos lo que es encontrar un hermano”. El simple hecho de conversar con una mente afín en un lugar recóndito es el climax de la no pertenencia.

Y sin embargo, puedo decir que mi casa está aquí, aquí en estas mismas líneas, en este escrito trivial. Me arde el pecho y pienso en todas las vidas que han sido paralelas a la mía, pienso en todas las mujeres que han gritado junto a mí, y todas las que han sido un simple deseo, un recuerdo fugaz. Pura literatura.

La felicidad, si es que es algo, está a años luz de ser expresada por mi. No me importa en absoluto, pues aquél que haya leído con la debida lupa entenderá todo y se sentirá feliz. Saldrá del escondrijo de toda sistematicidad y danzará infinitamente. Toda definición es insuficiente y superficial. Por ello es tan hermoso.