sábado, 30 de abril de 2011

A night in Tunisia

Estoy profundamente feliz. Hoy es el momento de reflexionar acerca de las primeras líneas de una historia que no escribí, y sin embargo es mía. “Escucho música, me siento terriblemente feliz, tan feliz que estoy triste. Así de violenta es mi felicidad.” Joder, es tan cierto que a veces pienso que toda la experiencia humana es un prólogo a esta sencilla verdad.

Ser un exiliado, ser un extranjero, es la única constante en aquello que puedo llamar identidad. Es algo tan terrible que termina por ser hermoso. “Sólo los hijos únicos sabemos lo que es encontrar un hermano”. El simple hecho de conversar con una mente afín en un lugar recóndito es el climax de la no pertenencia.

Y sin embargo, puedo decir que mi casa está aquí, aquí en estas mismas líneas, en este escrito trivial. Me arde el pecho y pienso en todas las vidas que han sido paralelas a la mía, pienso en todas las mujeres que han gritado junto a mí, y todas las que han sido un simple deseo, un recuerdo fugaz. Pura literatura.

La felicidad, si es que es algo, está a años luz de ser expresada por mi. No me importa en absoluto, pues aquél que haya leído con la debida lupa entenderá todo y se sentirá feliz. Saldrá del escondrijo de toda sistematicidad y danzará infinitamente. Toda definición es insuficiente y superficial. Por ello es tan hermoso.

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