sábado, 9 de julio de 2011

Broncas

Vivimos, o más bien subsistimos, en un sistema de distribución de bienes que jode a la mayoría y hace feliz a "la inmensa minoría". Parto de esta base como de un principio irrevocable, no porque sea dogmático, sino porque soy realista. Sin ninguna valoración moral ni ideológica detrás, la primera línea es sencillamente cierta.

Y entonces ¿qué? sumisión o rebelión, reformismo o revolución, indiferencia o acción. Claro que cuando uno habla de acción o subversión, a nuestro interlocutor se le aparecen una cresta, un palestino, un molotov y algún que otro imperdible colgado. El estigma del antisistema se limita a una consideración pseudo-estética. Pero claro, el homo videns no puede no confundir el valor que da a las cosas con la consideración pseudo-estética de las mismas. En breves y humanas palabrejas, hemos caído en el error terrible y peligroso de confundir valor con etiqueta, de atar un discurso a una forma determinada de lucir. Hemos, al fin y al cabo, confundido el envase con el contenido.

Por otro lado, la acción no siempre se entiende como se debería. La apatía generalizada es fruto de esta mala comprensión, donde la omnipresencia y el arraigo mediático del sistema se confunde (como tristemente se confundió Marcuse) con su indestructibilidad. Asumir que no se puede luchar contra el sistema ejerciendo la resistencia civil o pacífica, lleva a creer que la única lucha viable sea la violenta, y a partir de ahí dos opciones, a cual más estúpida y estupidizante: el fundamentalismo apoyado en el odio o la apatía apoyada en la autocompasión.

Por ello defiendo, desde la bronca, desde el cabreo, desde la indignación, desde la necesidad de amar y de no autocompadecerme, la lucha del pueblo contra el sistema injusto. Dejar atrás el miedo, a la pobreza, al desempleo, a ser de la clase de gente que se cayó del sistema. Luchar, gritar, manifestarnos hasta que se nos seque la garganta, hasta que la alegría de los sueños colectivos nos empape y nos haga ser una marea ritual que patee amplia y jovialmente a los que nos ponen la bota en el cuello.

"Cuando los de abajo se mueven, los de arriba se tambalean"

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